Por Bert Hellinger

Hay 3 tipos de conciencias cada una de las cuales constituye un campo espiritual.

La primera de ellas es la conciencia personal; es estrecha y tiene un alcance limitado. A través de su diferenciación entre el bien y el mal reconoce la pertenencia de algunos únicamente, excluyendo a los otros.

La segunda conciencia es la conciencia colectiva; es más amplia y también defiende los intereses de los que fueron excluidos por la conciencia personal. Por eso está frecuentemente en conflicto con la conciencia personal. Entretanto, esa conciencia también tiene un límite porque abarca solamente a los miembros de los grupos que dependen de ella.

La tercera conciencia es la conciencia espiritual y supera los límites que las otras conciencias establecen a través de la diferenciación entre bien y mal, y entre pertenencia y exclusión.

LA CONCIENCIA PERSONAL.

El vínculo.

Tenemos la vivencia de esta conciencia estrecha como buena y mala conciencia. Nos sentimos bien cuando tenemos buena conciencia y mal cuando tenemos mala conciencia.

¿Qué es lo que acontece cuando tenemos buena conciencia y qué cuando tenemos una mala conciencia? ¿Qué precede a la buena y a la mala conciencia para que sintamos buena o mala conciencia?

Si observamos exactamente lo que ocurre cuando tenemos buena o mala conciencia podemos percibir que tenemos mala conciencia cuando pensamos, sentimos y hacemos algo que no está en sintonía con las expectativas y las exigencias de las personas y  grupos a los cuales queremos pertenecer y a los que frecuentemente también necesitamos pertenecer. Eso significa que nuestra conciencia vela para que nos mantengamos conectados con esas personas y grupos. La conciencia percibe de inmediato si nuestros pensamientos, deseos y acciones ponen en peligro nuestro vínculo y nuestra pertenencia a esas personas y grupos. Cuando nuestra conciencia percibe que nos alejamos de esas personas y grupos a  través de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, ésta reacciona con un sentimiento de miedo a perder nuestro vínculo con estas personas  y grupos. Sentimos ese miedo como mala conciencia.

Inversamente, cuando pensamos, deseamos y actuamos de manera que nos movemos en sintonía con las expectativas y exigencias de esas personas y grupos, sentimos que pertenecemos y tenemos la certeza de que podemos pertenecer. El sentimiento de habernos asegurado nuestra pertenencia lo sentimos como bueno y benéfico. No necesitamos estar preocupados por que se interrumpa de pronto el contacto con esas personas y grupos y por experimentarnos solos y sin protección. Sentimos como buena conciencia el sentimiento seguro de poder pertenecer.

La conciencia personal nos une, por lo tanto, a personas y grupos que son importantes para nuestro bienestar y nuestra vida. Entretanto, dado que esa conciencia nos une solamente a determinadas personas y grupos y simultáneamente excluye a otros, es una conciencia estrecha.

Esta conciencia fue de suma importancia para nosotros cuando éramos niños. Los niños hacen cualquier cosa para  pertenecer pues sin esa unión y sin ese derecho a pertenecer estarían perdidos. La conciencia personal asegura nuestra supervivencia junto a las personas y grupos que son importantes para nosotros. De ahí que su función sea, como no podría ser menos, muy apreciada. Vemos también la importancia que la conciencia personal ocupa en nuestra sociedad y en nuestra cultura.

En el contexto de lo que es bueno o malo, podemos observar que las diferenciaciones que hacemos son diferenciaciones de esa conciencia. Estas diferenciaciones establecen en qué medida algo asegura nuestra pertenencia y en qué medida la pone en peligro.

Aquello que asegura nuestra pertenencia lo vivimos como bueno.  Lo vivimos como bueno a través de la buena conciencia sin que necesitemos reflexionar mucho acerca de si es realmente bueno cuando se observa más atentamente a cierta distancia, o si puede incluso ser malo para otra persona. Aquí lo que denominamos bueno es solamente sentido – sentido como algo bueno.

Por lo tanto sentimos y defendemos lo bueno de modo irreflexivo, como algo bueno aunque al observador que está fuera de ese campo espiritual le parezca que es algo extraño, que pone en peligro la vida de muchos en lugar de colocarse a su servicio.

Evidentemente, lo mismo es válido para lo malo. Además, sentimos lo malo con más fuerza que lo bueno, porque lo malo está unido con el miedo a perder nuestra pertenencia y al mismo tiempo nuestro derecho a vivir.

La diferenciación entre lo bueno y lo malo sirve, por lo tanto, a la supervivencia dentro del propio grupo. Sirve a la supervivencia del individuo en su grupo.

LA CONCIENCIA COLECTIVA 

Por detrás de  la conciencia que sentimos, aun actúa otra conciencia.  Es una conciencia poderosa mucho más fuerte en su efecto que la conciencia personal. Sin embargo, en nuestros sentimientos es relativamente inconsciente. ¿Por qué? Porque en nuestros sentimientos la conciencia personal tiene precedencia  con relación a esta segunda conciencia.

La conciencia colectiva es una conciencia grupal. Mientras que la conciencia personal es sentida por cada individuo y está al servicio de su pertenencia y de su supervivencia personal, la conciencia colectiva tiene en su campo de visión la familia y el grupo como un todo. Está al servicio de la supervivencia del grupo entero, aunque para eso algunos necesiten ser sacrificados. Está al servicio de la totalidad de ese grupo y de los órdenes que aseguran  su supervivencia de la mejor forma posible…

Cuando el interés de cada individuo se contrapone al interés del grupo la conciencia personal también se contrapone a la conciencia colectiva.

La totalidad

¿Al servicio de qué órdenes está la conciencia colectiva y cómo los impone?

El primer orden al cual sirve esta conciencia es: todo miembro de una familia tiene el mismo derecho a pertenecer. Si un miembro es excluido no importan los motivos; más adelante otro miembro de la familia necesitará representar a la persona excluida.

La conciencia colectiva aparece, cuando se la compara con la conciencia personal, como amoral e inmoral; eso significa que para ella no hay diferencia entre bueno y malo, y tampoco entre culpable e inocente. Por otro lado, protege a todos de la misma manera. Quiere proteger su derecho a pertenecer, o restablecerlo si fue negado.

¿Qué acontece cuando ese derecho es negado a un miembro de la familia? De cierta manera él es reconducido al grupo por esa conciencia en la medida en que otro miembro dentro de la familia necesita representarlo sin ser consciente de ello.

¿Cómo sucede esto? Otro miembro de la familia asume el destino de la persona excluida representándola. Piensa como lo haría esa persona excluida, tiene sentimientos similares, vive de manera semejante, enferma de un modo parecido, incluso muere de modo parecido. Ese miembro familiar está de esa manera al servicio de la persona excluida y representa sus derechos. Es poseída, por así decirlo, por la persona excluida sin, por otra parte, perderse a sí mismo. En cuanto la persona excluida recupera su lugar ese miembro de la familia se libera de ella.

No es que la persona excluida quiera ser representada de esa manera, aunque esto también se da algunas veces, si ella desea algo malo para alguien de la familia. En primera instancia es la conciencia quien actúa y desea la representación y la implicación. Quiere devolver la integridad al grupo.

Aquí existe el peligro de que imaginemos esta conciencia como si fuera una persona, como si tuviera metas personales y las persiguiera después de una reflexión profunda. Esta conciencia actúa como un instinto. Un instinto grupal que quiere solamente una cosa: salvar y restablecer la totalidad. Por  eso es ciego en la elección de sus medios.

La pertenencia más allá de la muerte

Podemos reconocer a las personas que son influenciadas e impulsadas por esa conciencia cuando son atraídas para representar a miembros familiares excluidos. En ese sentido, necesitamos considerar que nadie pierde su derecho a pertenecer ni siquiera con su muerte. Esto significa que los miembros de la familia ya muertos son considerados por esa conciencia de la misma manera que los vivos. Nadie es separado de su familia a través de  la muerte. La familia acoge igualmente a sus miembros vivos y muertos. Esa conciencia también puede traer de vuelta a la familia a los miembros muertos si fueron excluidos, sí, principalmente a ellos. Por lo tanto, eso significa que alguien, en efecto, pierde su vida a través de la muerte pero nunca su pertenencia.

¿Quién pertenece? Ahora es hora de enumerar a las personas que pertenecen a la familia abarcada y conducida por una conciencia colectiva común. Voy a empezar con los que están más próximos: los miembros familiares que están sujetos a esa conciencia pertenecen.

1. Los hijos: es decir, nosotros, nuestros hermanos y hermanas. A nuestros hermanos pertenecen también los que nacieron muertos, los hermanos que fueron abortados y frecuentemente los abortos espontáneos; en este último caso, a menudo existe la idea de que podemos excluirlos. También forman parte los hermanos de los que se desconoce la existencia y los que fueron entregados a otras personas. Para la conciencia todos ellos forman parte completamente, ella se ocupa de recordados y de traerlos de vuelta a la familia. Son traídos de vuelta a la familia de manera ciega, sin tener en consideración las justificaciones y los deseos.

2. Del nivel superior al de los hijos forman parte los padres y sus hermanos biológicos. Aquí también nos referimos a todos sus hermanos y hermanas, tal como se ha enumerado en el caso de los hijos. También las parejas anteriores de los padres forman parte. Si son rechazadas o excluidas, aunque estén muertas, serán representadas por uno de los hijos hasta que sean recordadas y reconducidas a la familia con amor.

Sólo el amor libera. Ahora me gustaría interrumpir la enumeración y hablar de cómo los excluidos pueden ser traídos de vuelta. Sólo el amor es capaz de ello.

¿Qué amor? El amor pleno. Éste es sentido como dedicación al otro tal como es. También es sentido como duelo por la pérdida. Es sentido especialmente como dolor por aquel mal que, por ventura, hicimos al otro. Lo sentimos también si ese amor alcanza al otro, si sirve para la reconciliación, si deja al otro en paz y si éste asume su lugar. Entonces esa conciencia está al servicio del amor, al servicio del mismo amor para todos los que forman parte de esa familia.

¿Quién más pertenece a la familia? Ahora voy a seguir con la enumeración de aquellos que pertenecen a la familia porque ellos también son abarcados y protegidos por esa conciencia.

3. Del siguiente nivel, superior al anterior, forman parte los abuelos pero sin sus hermanos, a no ser que éstos tuvieran un destino especial. Las anteriores parejas de los abuelos también forman parte.

4. También puede formar parte alguno de los bisabuelos, pero esto es más raro.

5. Además, forman parte de nuestra familia aquellos a través de cuya muerte o de cuyo destino la familia obtuvo ventajas. Por ejemplo, en el caso de una herencia considerable. También forman parte aquellos al precio de cuya salud y vida la familia se enriqueció.

6. En este contexto, forman asimismo parte de nuestra familia aquellos que fueron víctimas de actos violentos a través de miembros de nuestra familia, especialmente aquellos que fueron asesinados. La familia necesita mirar también hacia ellos con amor y dolor.

7. Por último, algo que para algunos puede ser un desafío. Si miembros de la familia fueron víctimas de crímenes, principalmente si perdieron la vida, los asesinos también forman parte de nuestra familia. Si son excluidos o rechazados serán también representados por miembros de la familia por presión de la conciencia colectiva.

Quizás pueda aquí llamar la atención el hecho de que tantos asesinos se sientan atraídos por sus víctimas, al igual que también las víctimas por sus asesinos. La conciencia colectiva no hace diferenciaciones aquí tampoco.

El equilibrio

Antes de continuar quiero decir algo sobre el equilibrio en esas dos conciencias. La necesidad de equilibrio entre el dar y el tomar y entre la ganancia y la pérdida es también un movimiento de la conciencia.

La conciencia personal que sentimos como buena y mala conciencia se asemeja a los sentimientos de culpa e inocencia y vela sobre el equilibrio entre tales sentimientos, por lo tanto entre los sentimientos de culpa e inocencia y entre los sentimientos de buena y mala conciencia. Aquí debo señalar que podemos alcanzar el equilibrio también de otra manera. En lugar de devolver algo equivalente, como a veces no podemos hacerlo, por ejemplo con nuestros padres, podemos también transmitir hacia adelante algo equivalente, por ejemplo a nuestros hijos.

La expiación

Nosotros equiparamos también el dar y el tomar a través del sufrimiento. Éste también es un movimiento de la conciencia. Si causamos un sufrimiento a alguien queremos también sufrir nosotros mismos para equilibrar, y así después del sufrimiento tenemos nuevamente una buena conciencia.

Esta forma de equilibrio la conocemos como expiación. Sin embargo, debemos observar aquí que es una auto-necesidad porque a través de ella no podemos dar realmente nada al otro. Ahora bien, a través de esa expiación el otro frecuentemente no se siente tan solo en el sufrimiento. Esta manera de equilibrar tiene poco o nada que ver con el amor. Es antes que nada algo instintivo y ciego.

La venganza

Tenemos necesidad de equilibrio cuando alguien nos ha hecho algo malo, entonces queremos también hacerle algo malo a él o a ella. Aquí la necesidad de equilibrio se transforma en una necesidad de venganza. No obstante, la venganza se equilibra sólo en un primer momento porque después despierta en todos los implicados nuevas necesidades de venganza, perjudicándolos al final.

La cura

También en la conciencia colectiva existe el movimiento de equilibrio, sin embargo permanece ampliamente oculto a nuestra conciencia. Quien necesita representar al excluido no sabe que está contribuyendo al equilibrio.

El equilibrio aquí es el movimiento de un todo superior que equipara de un modo impersonal, porque aquellos que son atraídos para equilibrar son inocentes, en el sentido de la conciencia personal.

Podemos comparar esa forma de equilibrio a un proceso de cura. Aquí también algo que fue herido es restaurado bajo la influencia de poderes superiores. La conciencia colectiva quiere reintroducir algo que se perdió y de esa forma traer nuevamente el orden y curar.

La jerarquía

Vuelvo a hablar de los órdenes de la conciencia  colectiva y diré algo sobre el segundo orden que está al servicio de la conciencia y que intenta restaurarla cuando es herida.

Ese orden expresa que cada individuo del grupo debe y necesita asumir el lugar que le pertenece de acuerdo con su edad. Eso significa que aquellos que vinieron antes tienen precedencia con relación a los que vinieron más tarde. Por ello lo padres tienen precedencia sobre los hijos y el primer hijo tiene precedencia sobre el segundo. Por lo tanto, cada uno tiene su propio lugar, que le pertenece solamente a él. Con el transcurso del tiempo, uno se traslada de abajo a arriba dentro de la jerarquía hasta crear su propia familia y dentro de ella inmediatamente asume con su pareja el primer lugar.

Aquí se impone además otra jerarquía, una jerarquía entre las familias, por ejemplo, entre la familia de origen y la nueva familia. Ahora la nueva familia tiene primacía sobre la antigua.

Este orden también es válido si uno de los padres durante el matrimonio tiene una relación con otra persona de la cual nace un niño. Con ello se crea una nueva familia, que tiene prioridad en relación a la primera.

La familia posterior no anula el vínculo con la anterior, así como una nueva familia no anula el vínculo con la de origen. Sin embargo, tiene prioridad en relación a ella.

– La violación de la jerarquía y sus consecuencias: la jerarquía es violada cuando alguien que llegó después quiere asumir una posición superior a la que le corresponde dentro del orden jerárquico. Esa violación del orden jerárquico es en realidad, como se sabe, el orgullo que precede a la caída.

Las violaciones más frecuentes de la jerarquía las observamos en los niños. En primer lugar cuando ellos se elevan por encima de los padres; por ejemplo, cuando se sienten mejores que sus padres y se comportan como si lo fueran, se trata de una violación de la jerarquía sin amor.

Esta jerarquía es violada sobre todo cuando el niño quiere asumir algo que corresponde a sus padres, por ejemplo, cuando enferma en lugar de ellos y quiere morirse. Entonces la jerarquía es violada con amor. Sin embargo, ese amor no protege al niño de las consecuencias que tiene su transgresión del orden.

Lo trágico de ello es que el niño transgrede el orden con buena conciencia. Es  decir, bajo la influencia de la conciencia personal el niño se siente especialmente inocente y bueno al realizar esa transgresión. Esto significa también que a través de ella se siente perteneciente de una manera especial.

Por lo tanto, aquí esas dos conciencias se oponen. La jerarquía que impone y protege la conciencia colectiva es violada en sintonía con la conciencia  personal. Aquí la conciencia personal impulsa a alguien a transgredir ese orden y sufrir las consecuencias de esa transgresión.

¿Cuáles son las consecuencias de esa transgresión?

La primera consecuencia es el fracaso. La persona que se coloca por encima de sus padres, sea con amor o sin amor, fracasa. Esto es válido no solamente dentro de la familia sino también en otros grupos, por ejemplo en organizaciones. Muchas organizaciones fracasan a causa de conflictos internos en los que una persona que se ha incorporado últimamente o un departamento creado posteriormente se colocan por encima dentro de la jerarquía de otra persona o de otro departamento que tienen precedencia.

En verdad, el fracaso como consecuencia de una violación de la jerarquía es la muerte. El héroe trágico quiere asumir algo por aquellos que le precedieron. Pero él no sólo fracasa: él muere.

Vemos algo semejante en los niños que cargan con algo, queriendo asumir aquello que corresponde a los padres. Estos niños se dicen internamente: “mejor yo que tú”. ¿Qué es lo que está realmente contenido en esa frase? Esa frase significa “yo me muero en tu lugar”.

La jerarquía es el orden de la paz. Está al servicio de la paz en la familia y en el grupo. Está, al final, al servicio del amor y de la vida.

El alcance

¿Hasta dónde alcanza la conciencia colectiva? ¿Solamente pertenecen los muertos a quienes conocemos? ¿O esa conciencia quiere traer de vuelta también a los excluidos de muchas generaciones atrás? ¿Quizás hasta a nosotros mismos cómo éramos en una vida anterior? ¿Quizás esté al servicio de un movimiento cósmico para el cual nada que haya existido puede quedar perdido? ¿Violamos nosotros esa jerarquía a través de nuestra creencia en el progreso, como si fuéramos mejores que nuestros antepasados, Como si fuéramos superiores a ellos?

¿Qué es lo que acontece con nosotros si no nos posicionamos internamente en el lugar adecuado para nosotros, humildemente, en último lugar?

¿Si incluimos en nuestro presente a todos aquellos que fueron excluidos sin importar cuáles fueron los motivos y a aquellos que necesitaron morir antes de haber cumplido su tiempo completo junto a aquellos otros a quienes aún les queda tiempo, entonces no estaremos nosotros también completos?

LA CONCIENCIA ESPIRITUAL.

¿A qué responde la conciencia espiritual? Responde a un movimiento del espíritu, el espíritu que lo mueve todo, que se mueve y que mueve todo de una manera creativa. Todo está sometido a este movimiento sin importar si ése es o no nuestro deseo, sin importar si nos sometemos o nos resistimos a él. La pregunta es si nosotros nos percibimos en sintonía con este movimiento, si nos sometemos a él de buena gana y si permanecemos sabiamente en sintonía con él. Es decir, si hemos llegado al punto en el que sólo nos movemos, pensamos, sentimos y actuamos dándonos cuenta de que estamos siendo conducidos, llevados y movidos por él.

¿Qué sucede con nosotros cuando sabemos que estamos en sintonía con ese movimiento? ¿Qué sucede con nosotros cuando quizás nuestro deseo es el de alejarnos de ese movimiento porque su reivindicación nos parece demasiado grande y nos provoca miedo?

Podemos comparar lo que experimentamos en relación a la conciencia espiritual con aquello que experimentamos con nuestra conciencia personal. Si experimentamos estar en sintonía con los movimientos del espíritu nos sentimos bien, sobre todo nos sentimos calmados y sin preocupaciones. Sabemos cuál será nuestro próximo paso y tenemos la fuerza para darlo. Eso sería, por así decirlo, tener buena conciencia espiritual.

En relación a la conciencia personal sabemos inmediatamente si estamos en sintonía o no. Sin embargo ese conocimiento es aquí espiritual. La buena conciencia es aquí la entrega sabia a un movimiento espiritual.

¿Qué es ese movimiento espiritual? Es un movimiento de dedicación a todo tal como es, que está de acuerdo con la dedicación del espíritu a todo tal como es. ¿Cómo es que experimentamos, entonces, mala conciencia espiritual – aquí se trata nuevamente de algo análogo al sentimiento de culpa de nuestra conciencia personal? ¿Cómo sentimos la mala conciencia espiritual? La sentimos como inquietud, como bloqueo espiritual. No nos reconocemos, no sabemos qué es lo que podemos hacer y nos sentimos sin fuerza.

¿En qué ocasiones tenemos especialmente mala conciencia espiritual? Cuando nos desviamos del amor espiritual. Por ejemplo, cuando excluimos a alguien de nuestra dedicación y de nuestra benevolencia. En esos momentos perdemos la sintonía con el movimiento del espíritu, nos entregamos a nosotros mismos y tenemos mala conciencia.

Sin embargo, como ocurre con la conciencia personal, la mala conciencia está aquí también al servicio de la buena conciencia. Ella nos reconduce a través de su efecto hacia la sintonía con los movimientos del espíritu, hasta que estemos nuevamente calmados y nos hagamos uno con su movimiento de dedicación y amor por todos y por todo, tal como es.

LAS DIFERENTES CONCIENCIAS Y LAS CONSTELACIONES FAMILIARES

Cuando alguien quiere entender y solucionar un problema personal con la ayuda de las Constelaciones Familiares, un problema de relación de pareja o el de una familia con un niño, reconocemos inmediatamente cuál es la conciencia que ese problema provoca y preserva y qué es lo que ese problema exige de cada individuo y de su familia para la solución. Aquí necesitamos ver las diferentes conciencias unidas unas a otras en el sentido de que todas están al servicio de nuestras relaciones. Se superponen unas a otras y se complementan, de manera que necesitamos ver un problema y su solución relacionados con las distintas conciencias y por último con todas a la vez.

Por ejemplo, si alguien nos pide ayuda podemos reconocer inmediatamente cuáles son las conciencias que están involucradas en su problema y de qué manera, y cuáles son las soluciones que están disponibles.

Al revés, si un facilitador tiene un problema con un cliente, puede preguntarse cuáles son las conciencias que están involucradas en ese problema y lo que éstas le ofrecen como solución.

La conciencia espiritual

En primer lugar observo que las Constelaciones Familiares parten del final del camino que han recorrido. Por lo tanto, parten desde el punto de vista de la conciencia espiritual. Mirando retrospectivamente el camino recorrido hasta ahora reconocemos de manera más clara el significado de las otras dos conciencias. Reconocemos también hasta dónde alcanzan sus límites. La conciencia espiritual nos conduce más allá de esos límites.

La diferenciación de las conciencias

¿Qué lo que más distingue a las diferentes conciencias? ¿Y qué es lo que les impone límites? Es el alcance de su amor.

La conciencia personal está al servicio del vínculo con el grupo limitado, excluye a aquellos que no pertenecen a ese grupo. No solamente une, también separa. No solamente ama, también rechaza.

La conciencia colectiva va más allá de la conciencia personal pues también ama a aquellos que fueron rechazados y excluidos por la conciencia personal dentro de la familia y dentro de grupos similares. La conciencia colectiva quiere también traer de vuelta a los excluidos para que puedan formar parte nuevamente. Por eso su amor va más allá. No excluye a nadie.

Ahora bien, su campo de visión no tiene demasiado en cuenta el bienestar de cada uno. Puede incluso obligar a un inocente que no estaba implicado en la exclusión a representar al excluido aunque eso suponga imponerle una pesada carga. Esto demuestra que esta conciencia no es personal sino colectiva pues aspira sobre todo a la integridad y el orden dentro de un grupo.

Los movimientos del espíritu, al contrario, se dedican a todos por igual. Quien entra en sintonía con los movimientos del espíritu no puede hacerlo de otra manera que no sea dedicándose por igual a todos con benevolencia y con amor, sin importar cuál sea su destino. Este amor no conoce fronteras, supera las diferenciaciones entre mejor y peor, y entre bueno y malo. Por ello supera los límites de la conciencia personal y los límites de la conciencia colectiva. Está dedicado de manera igual a cada uno de los miembros y a todos dentro de su familia y de los otros grupos de  los que forma parte.

La conciencia espiritual vela por el amor. Entra en juego cuando nosotros nos desviamos de ella.

Las Constelaciones Familiares Espirituales

¿Qué significa esto para las Constelaciones Familiares? ¿Cómo se muestra ese amor en las Constelaciones Familiares?

En primer lugar, llamo la atención sobre el hecho de que los movimientos del espíritu en las Constelaciones Familiares se manifiestan de manera expresiva. Son vividos y se hacen visibles a través de los representantes y también a través de aquellos que observan esos movimientos. Esto significa que los movimientos del espíritu son percibidos en primer lugar por los representantes y a través de ellos también por aquellos que observan esos movimientos, y quizás éstos mismos sean atraídos y afectados por ellos.

Por eso, el procedimiento de las Constelaciones Familiares del espíritu es otro, diferente de aquel que muchas personas asocian con ellas. Aquí ya no se coloca a la familia de manera que alguien elige de un grupo a representantes para los distintos miembros y enseguida los posiciona en un espacio unos en relación a otros. Aquí se coloca solamente a una persona, por ejemplo al cliente o a su representante, y quizás a una segunda persona, por ejemplo su pareja. Y no es que cada uno sea posicionado en el sentido habitual, en relación con el otro. Únicamente se le coloca, por ejemplo a cierta distancia frente al otro. Aquí no existen reglas e intenciones. El cliente o su representante y las otras personas adicionales son solamente colocados.

De pronto, son atrapados por un movimiento que no pueden conducir. Ese movimiento viene de fuera aunque también es vivido como si viniera de dentro. Esto significa que esas personas tienen la vivencia de estar en sintonía con una fuerza que pone algo en movimiento a través de ellas. Sin embargo eso acontece solamente si permanecen concentrados, sin intenciones propias y  sin miedo a que aquello aparezca. Tan pronto entran en juego las intenciones propias, por ejemplo, las intenciones de ayudar a alguien, o el miedo de que aquello pueda salir a la luz y la inquietud sobre adónde va a conducir, la conexión con los movimientos del espíritu se pierde. También la concentración de los observadores se pierde. Por ejemplo, se inquietan.

Después de un cierto tiempo, a través de los movimientos de los representantes será perceptible si es necesario añadir a otra persona. Por ejemplo, cuando uno de ellos mira hacia al suelo significa que está mirando a una persona muerta. Entonces se elige a un representante que se tumba boca arriba en el suelo frente al primero. Si un representante mira intensamente en una dirección se coloca a alguien frente a él justo en el punto hacia donde está mirando.

Los movimientos de los representantes son muy lentos. Cuando una persona se mueve con rapideces que está siendo impulsada por una intención y ya no se encuentra en sintonía con los movimientos del espíritu. No está centrada y ya no podemos confiar, necesitamos sustituirla por otro representante.

Sobre todo el constelador necesita abstenerse de sus intenciones e interpretaciones y también permitirse ser invadido por los movimientos del espíritu. Es decir, solo actúa dejándose llevar claramente hacia el siguiente paso o hasta una frase que él mismo dice o que ofrece a un representante para que él la diga.

Además, recibe continuamente a través de los movimientos de los representantes indicaciones sobre aquello que está pasando dentro de  ellos y hacia dónde les conducen o deben conducirlos sus movimientos.

Por ejemplo, un representante se aleja del representante de una persona muerta que está tumbada frente a él o desea cambiar de lugar. El constelador interviene después de cierto tiempo y le conduce de vuelta a su sitio. Eso quiere decir que el constelador no lo deja todo al criterio de los representantes. Él también, como ellos, está al servicio de los movimientos del espíritu y muchas veces los sigue de manera irresistible cuando interviene con una frase o haciendo algo.

¿Hacia dónde conducen esos movimientos del espíritu? Unen lo que antes estaba separado y son siempre movimientos de amor.

Esos movimientos no necesitan siempre ser conducidos hasta el final. Es suficiente cuando se hace visible hacia donde conducen. Por eso las Constelaciones muchas veces permanecen incompletas y abiertas. Es suficiente con que hayan entrado en movimiento, nosotros necesitamos confiar en que ellas proseguirán pues estos movimientos no muestran solamente una cosa, por ejemplo, la solución de un problema. Son movimientos de curación decisivos y, como la curación, por lo general necesitan también su tiempo. Son el inicio de un movimiento de cura.

Las Constelaciones Familiares en sintonía con los movimientos del espíritu presuponen que sobre todo el constelador permanece en sintonía con esos movimientos. Es decir, que en primer lugar se dedica a todos con el mismo amor, más allá de los límites de la diferenciación entre bueno y malo. Sólo puede hacerlo si antes aprendió a prestar atención a los movimientos del espíritu dentro de sí mismo, de manera que percibe inmediatamente cuándo se ha desviado del amor. Por ejemplo, cuando quiere internamente atribuir culpa a un hecho o cuando siente lastima de la persona por aquello por lo que ella necesita sufrir. Desviaciones de ese amor las experimentamos dentro de nosotros continuamente. Sin embargo, seremos reconducidos a la sintonía con el amor por todo, tal como es, cuando hayamos aprendido a prestar atención a los movimientos de la conciencia espiritual y a someternos a su disciplina.

La conciencia personal

Los límites más estrechos en contra del amor son trazados por la conciencia personal. Pues las diferenciaciones que hacemos habitualmente entre el derecho a pertenecer o su pérdida son determinadas y aprobadas por esa conciencia.

Es evidente que esa diferenciación tiene un significado importante para nuestra supervivencia y no puede ser sustituida por nada dentro de determinados límites. Esa conciencia pone límites principalmente en los niños. En el caso de los niños la aplicación de las formas de pensamiento y comportamiento exigidas por esa conciencia es importante para su supervivencia, lo es incluso la desconfianza hacia aquellos que siguen otra conciencia personal, porque pertenecen a otro grupo, y que les lleva a rechazarlos y a luchar contra ellos.

Esa conciencia en forma de buena conciencia por un lado posibilita y asegura la supervivencia y por otro lado nos pone en peligro cuando nuestro grupo entra en conflicto con otros, estableciéndose disputas mortales entre ellos.

En la conciencia personal también está la necesidad de equilibrio. Esa necesidad es un movimiento de la conciencia, pues tenemos buena conciencia cuando devolvemos algo equivalente a aquello que nos dieron, de manera que exista un equilibrio entre el dar y el recibir. Tenemos también la misma buena conciencia cuando, no pudiendo devolver a aquellos que nos dieron algo equivalente a lo recibido, se lo transmitimos a otros.

Conforme a esto, tenemos mala conciencia cuando recibimos sin dar algo equivalente o cuando exigimos lo que no nos competen. En esto tiene también la conciencia personal una tarea fundamental al servicio de nuestras relaciones. Sí, esa necesidad es la que hace que esto sea posible. Esa necesidad también está al servicio de nuestra supervivencia pero sólo dentro de determinados límites.

Como mecanismo de equilibrio, la conciencia personal, de modo similar a como sirve para unirnos a nuestra familia, sirve también tanto para la supervivencia como para su opuesto, en ocasiones en las que determinados límites son transgredidos. En esas ocasiones conduce también a la muerte.

La conciencia personal se manifiesta, en cuanto al vínculo, como la separación con respecto a otros grupos, una separación que puede suponer conflictos graves, incluso la guerra.

En referencia a la necesidad de equilibrio, se expande hasta alcanzar la necesidad de equilibrio en cuanto a pérdidas y a ofensas mutuas, llegando incluso hasta la  venganza mortal, por ejemplo, la venganza con sangre.

La necesidad de expiación apunta en la misma dirección cuando, para expiar el sufrimiento y las pérdidas que causamos a otros, nos infligimos también a nosotros mismos sufrimiento, nos limitamos y no perjudicamos.

A este contexto pertenece también la expiación sustitutiva. Por ejemplo cuando un niño expía por los padres, pero también cuando la madre o el padre de un niño esperan que él expíe por ellos. Por ejemplo, cuando enferma o muere en lugar de ellos, como muchas veces observamos en Constelaciones Familiares. Sin embargo, eso acontece de manera inconsciente por ambos lados, pues aquí la conciencia colectiva también es importante.

Se trata siempre de un equilibrio que se opone a la vida y que perjudica o incluso sacrifica – por buena conciencia o por un sentimiento de inocencia. ¿A qué necesitamos prestar atención en las Constelaciones Familiares para que permanecer dentro de la conciencia personal que está al servicio de la vida? Necesitamos haber dejado atrás los límites de la diferenciación entre bueno y malo. Si en las Constelaciones Familiares permanecernos en la conciencia personal, por ejemplo cuando junto con el cliente rechazamos a otros, estaremos al servicio de la vida de manera limitada. En ese caso, igual que esa conciencia, estaremos por un lado al servicio de la vida y por el otro al servicio de la muerte.

La conciencia colectiva

¿A que debemos prestar atención en las Constelaciones Familiares en relación con la conciencia colectiva?

En primer lugar, a no excluir a nadie ni en nuestra familia ni en la familia del cliente y a buscar en su familia y en la nuestra a los excluidos, mirándolos con amor y poniéndolos en nuestro corazón. Podremos hacerlo solamente si hemos dejado atrás la diferenciación entre bueno y malo, y si también ponemos a nuestros hijos no nacidos dentro de nuestro campo de visión aunque esto sea difícil para nosotros. En este punto, son tan necesarios el coraje como la claridad.

En segundo lugar, a atenernos a la jerarquía. Es decir, que en primer lugar seamos conscientes de que a través de nuestra ayuda nos convertimos temporalmente en un miembro de la familia del cliente. Pero hemos llegado los últimos a esa familia y por eso ocupamos el último lugar dentro de ella.

¿Qué sucede cuando un facilitador se comporta como si ocupara el primer lugar y se coloca por encima de los padres del cliente? Fracasa. El cliente también fracasa cuando viola la jerarquía y el facilitador quizás le apoye en ello. Esto ocurre, por ejemplo, cuando de una u otra manera se posiciona con el cliente en contra de sus padres.

La violación de la jerarquía algunas veces pone también en peligro la vida. Por ejemplo, cuando el cliente asumió por sus padres algo que no le correspondía de acuerdo con la jerarquía. Entonces, a veces, dice a sus padres: “yo en lugar de vosotros…”.

También para el facilitador la violación de la jerarquía puede ser peligrosa. Por ejemplo, cuando él asume por el cliente algo que éste necesita llevar solo. Entonces se eleva por encima del cliente y quizás por encima de sus padres; como quizás hizo cuando niño al intentar hacer algo por sus propios padres. Pero esto sucede sobre todo cuando el facilitador siente que podría cambiar el destino de un cliente o protegerlo. Solamente dentro de la jerarquía el facilitador permanece en su fuerza y el cliente encuentra la solución adecuada, que aquí tiene un doble sentido.

CONCLUSIÓN

En las Constelaciones Familiares la conciencia espiritual, a través de su amor por todos, nos conduce más allá de los límites de la conciencia personal. También nos protege para que no faltemos el respeto a la conciencia colectiva, pues ésta se dedica a todos de la misma manera. Pone especial atención a la jerarquía porque sabemos que cuando seguimos los movimientos del espíritu todos somos iguales y equivalentes los unos a los otros, todos en el mismo nivel, abajo.

En las Constelaciones Familiares espirituales permanecemos siempre en el amor, siempre en el amor total. Solamente las Constelaciones Familiares espirituales están siempre y en todo lugar al servicio, y únicamente al servicio de la vida, del amor y de la paz.

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