En la relación de pareja se vive con especial intensidad la tensión entre los impulsos individuales y grupales.
Por un lado, cada uno de los miembros se encuentra vinculado a su familia de origen por una conciencia grupal.
Por otro lado, la pareja es una decisión: nos alejamos en parte de nuestro sistema de origen, perdiendo con ello algo de la sensación de seguridad y tranquilidad en nuestra forma de vivir, y así permitimos que se forme un nuevo sistema, que va a incorporar elementos aportados por la familia de nuestra pareja, y también aquello que le es propio en cuanto ser humano autónomo.
La terapia de pareja aborda simultáneamente ambos niveles. Por un lado, es necesario resolver el vínculo de cada uno de los miembros de la pareja con su sistema de origen. Con ello, la pareja deja de ser un intento de resolver asuntos pendientes en nuestra familia de origen, o un obstáculo para expresar las lealtades reclamadas por dicha familia. Una relación libre con el pasado nos hace libres para el presente.
Por otro lado, es necesario resolver los problemas estrictamente relacionados con la relación: anhelos no expresados o no respetados; desequilibrios en el intercambio que no son reconocidos; dificultades en el proyecto de pareja, en la comunicación o la sexualidad; etc.
Considero que la intimidad de la pareja es extremadamente valiosa y delicada, y por tanto debe ser respetada tanto como sea posible. Por ello propongo un modelo muy breve de terapia de pareja, basado en cuatro encuentros para abordar las dificultades tanto individuales como relacionales o vinculares, aunque nada impide que, en caso de considerarse útil, sea posible prolongar los encuentros.